
NOTAS SOBRE JUANA INES RAMIREZ
[Sor Juana Inés de la Cruz. Nepantla, Mexico 1651]
Rómulo Lander [Caracas] Noviembre de 2016
Sor Juana Inés fue hija ilegítima de un padre que no recuerda. Su padre [Pedro de Asbaje] desapareció de su vida después de convivir con su madre por unos pocos años y después de dejarle un total de tres hijas, de entre las cuales, Juana Inés es la menor. Nunca más supo de su padre. La fecha de su nacimiento está en duda: existen documentos de bautismo con el nombre incompleto que ofrece el año 1648 y otro documento más confiable de la municipalidad que ofrece el año de 1651.
Juana Inés vivió sus primeros ocho años de vida, en la hacienda donde nació, llamada Panoaya [en Nepantla]. Esta hacienda había sido arrendada a la Iglesia por su abuelo materno [Pedro Ramirez] por tres vidas. Su abuelo era un criollo, quién dejó la Hacienda Panoaya en herencia de alquiler, a su hija mayor, quién luego la deja a su hija, la hermana mayor de Sor Juana. Esta hacienda Panoaya estaba ubicada en las faldas del volcán Popocatepel a pocas horas de ciudad de Mexico. Su madre Isabel Ramirez vivió luego con otro hombre llamado [Diego Ruiz Lozano]. Vivió con él en la misma hacienda y convivió con él pocos años. Isabel Ramirez tuvo de Ruiz Lozano, un hijo varón el cual murió precozmente y también dos hijas hembras. Su madre afirma que nunca quiso casarse, tal como lo dice y consta en el acta de su testamento. Todos sus hijos nacieron fuera del matrimonio, ya que ella por propia voluntad, nunca quiso casarse.
Juana Inés se destacó desde niña por dos cosas: Primero por ser muy bella y segundo porque tenía una inteligencia excepcional, ella era una niña superdotada. Además era discreta y solitaria. Pienso que puede haber sido una Asperger. Desde los inicios de su vida amó la lectura y aprendió a leer a los tres años. Tenía la pasión de querer saber y desde niña hablaba tres idiomas: español, Náhuatl [lengua azteca] y latín. Su pasión por el saber se alimentó cuando en la casa de la hacienda descubre un enorme tesoro prohibido: la biblioteca de su abuelo. Su abuelo [Pedro Ramirez] se convirtió hasta su muerte en cómplice de sus lecturas prohibidas.
La muerte de su abuelo va a ocurrir cuando Juana Inés tiene ocho años de edad. Durante esos años su abuelo le ayuda a leer los textos de los griegos y los romanos [Virgilio, Ovidio, Horacio, Séneca, Pauto, Cicerón, Juvenal, Catulo, Marcial, Lucrecio, Tibulo, Mirandola y muchos otros]. También se encontraban en la biblioteca muchos textos teológicos, como el antiguo testamento, los evangelios oficiales, el catecismo y las obras de San Agustín y de Teresa de Avila, entre otros. Sor Juana fue autodidacta, nunca fue a la escuela. Sor Juana aprendió el latín en diez lecciones a muy corta edad enseñada a escondidas en su casa por el profesor de su hermana mayor.
En sus primeros años de edad su abuelo se convierte en la figura masculina más importante de su vida. Algunos biógrafos como el Jesuita Diego Callejas y el poeta literato, ganador del premio Nobel, Octavio Paz, dicen que Juana convenció a su madre para que la enviara a la Universidad vestida de varón, cosa que no llegó a ocurrir. En ese entonces las mujeres no podían ingresar a la Universidad. Tampoco tenían derechos iguales a los hombres. La educación erudita era solo para hombres. Desde entonces Juana Ines va a luchar por la igualdad de derechos de las mujeres. Luchó y escribió por la igualdad de derechos que deben existir entre las diferentes castas de Mexico: Los blancos peninsulares [nacidos en España], los blancos criollos [blancos nacidos en Mexico], los indios, negros, mulatos y mestizos.
Sus escritos en defensa de los derechos [llamados hoy en día derechos civiles] los presentó en forma de comedias escritas para el teatro. Sor Juana ponía en la boca de los personajes de sus comedias, sus argumentos en defensa de la igualdad de derechos y eso le valió serias críticas, especialmente los provenientes de las autoridades eclesiásticas, los jerarcas de la inquisición.
Sus deseos de saber y sus incesantes lecturas, después de muerto su abuelo, continuaron en la Ciudad de Mexico, donde la envía su madre. Allí no paró de leer y estudiar todo lo que pasaba por sus manos. Sus biógrafos dicen, que si ella creía que no había aprendido bien las ideas de un texto, se cortaba un bucle del cabello. Así pués Juana Inés, valoraba más el conocimiento, que la belleza de su cabello.
Se muda a la Ciudad de Mexico, cuando su madre la entregó, a los ocho años de edad, a su tía materna [María Ramírez] y a su acaudalado esposo [Juan de Mata]. Allí Sor Juana va a pasar los próximos ocho años de su vida, antes de mudarse a la edad de 16 años, a la corte de la nueva Virreina [Leonor Carreto, Marquesa de Mancera]. Cuando la llevaron a la Corte y la Virreina la conoció, la Virreina vió a una joven discreta, hermosa y pobre. A pesar de ser hija ilegitima, Juana Inés la impresionó mucho. ¿Como una joven, a tan corta edad, puede saber tantas cosas? Su inteligencia, sus conocimientos, su ingenio y su rapidez de argumentos, la impresionaron tanto que inmediatamente la aceptó en la corte y rápidamente se convirtió en su más cercana Dama de Compañía, hasta los veinte años edad, fecha en que Juana Inés decide abandonar la corte, para ingresar en el convento de San Jerónimo. ¿Cabe preguntarse por qué tomó esa decisión? Sor Juana va a vivir el resto de su vida allí, en el Convento, hasta que muere como consecuencia del contagio pestoso. Algo ocurrido durante los especiales cuidados que ella prestada como enfermera, a las monjas más enfermas de la epidemia de peste, que se encontraban en el Convento de San Jerónimo.
La sociedad de Mexico, llamada en esa época la <nueva-España> [1651, Siglo 17] era una sociedad culta. Pero solo la minoría de la población tenía acceso a la cultura y a las nuevas ideas. Solo una minoría tenía acceso a las dos grandes instituciones educativas: la Iglesia y la Universidad. La teología era la reina de las ciencias y en torno de ella, se ordenaba el saber. La cultura de esta Nueva-España era ante todo verbal y por esa vía <verbal> se hacía posible, que el saber llegara a un público más amplio. Ese saber verbal se mostraba en el púlpito, en la cátedra y en la tertulia. Rival de la Iglesia y de la Universidad, la Corte del Virrey, era también un gran centro de saber y de cultura. Los textos académicos y religiosos eran escritos por y para hombres. Eran leídos básicamente por hombres. De ahí que sea realmente extraordinario que el escritor más importante de la nueva-España, en esa época barroca del siglo 17, haya sido una mujer: Sor Juana Inés de la Cruz, llamada entonces: La decima musa.
El deseo de ser hombre en Sor Juana, nos remite a su deseo del saber. Tal pareciera que la virilidad y la masculinidad, eran las dueñas del saber. Lo cierto és que la virilidad en esta vida está relacionada con otra cosa: con la posibilidad de engendrar nueva vida. Pero esta nueva vida engendrada está sujeta a los avatares del tiempo y de la muerte. En cambio los libros, guardianes del saber, no envejecen y están exentos del extraño fenómeno del paso del tiempo y de la presencia de la muerte. Los libros ofrecen otra alternativa a la visión de su vida. La respuesta que ofrecen los libros no tiene nada que ver con la fecundidad de la mujer o con la virilidad del hombre. Ni con la injusticia social. Los libros del abuelo le abrieron a Sor Juana un mundo casi infinito, distinto a la inmediatez de su casa en Panoaya. Era un mundo al que no podían entrar ni su madre, ni sus hermanas. Un mundo también cerrado a la mayoría de los hombres. Era un mundo de clérigos, letrados y ancianos sabios. Para Sor Juana los libros ofrecían múltiples funciones: ofrecían una sanación a su nacimiento ilegitimo, una sanación a la ausencia siempre presente del padre que la abandonó, una sanación a la presencia del intruso: el padrastro Diego Ruiz [después de muerto el abuelo, ella salió de la casa, tan pronto él entró]. Los libros le ofrecían también la pacificación de su propia pulsión sexual, que a través del saber, va quedar depurada y sublimada.
Cabe preguntarse por el costo de esta opción de vida. El hecho es que Sor Juana esta mujer excepcional se va a dedicar enteramente a las letras, sustituyendo así, las cosas mundanas, vividas en Panoaya y en la corte virreinal. Sor Juana se dedica al mundo de las ideas y las letras. El mundo de los libros es un mundo de seres elegidos, para los cuáles, los obstáculos de acceso a ese mundo tan especial, se han evaporado. Algo que ocurre, sin ellos proponérselo. Los elegidos no lo son por su propia voluntad. Ellos son los elegidos por la vida para entrar con pasión en el mundo de libros y de las letras. La verdadera realidad, dicen los libros, son las ideas que ellos presentan. Este mundo de las ideas es un mundo estable y seguro. Para el otro tipo de mundo, aquel mundo mundano, cambiante y feroz, existe un lugar inexpugnable: la biblioteca. En ella Sor Juana Inés encuentra, no solo un refugio, sino un espacio alterno a la realidad de su casa de Panoaya y luego un espacio alterno a la vida bulliciosa de la corte virreinal, la cual también tenía su enorme biblioteca. La decisión personal de tomar el velo, a los veinte años de edad, entonces se hace comprensible. Está claro que el convento y su quietud es una gran biblioteca. El poeta y biógrafo Octavio Paz encuentra confirmación a esta idea, en un escrito tardío de Sor Juana Inés, titulado: Respuesta a Sor Filotea de la Cruz [el Obispo de Puebla]. En ese escrito, queda establecido, que la celda del convento y el nicho de la biblioteca, se hunden en una raíz común.
Muchas mujeres habitan la corte virreinal en el Siglo 17. Una de ellas, una mujer criolla de la nueva España, que aún no cumple los veinte años, responde magistralmente a un examen público en la corte virreinal. Responde ante cuarenta eruditos que desean comprobar la magnitud de su sabiduría. Esta mujer debía componer [improvisar] un tipo de poesía llamada redondilla que contiene estrofas de cuatro líneas, donde riman las palabras de la primera línea, con la cuarta y riman la segunda, con la tercera. El tema a improvisar es informado en el momento del examen, este tema fue: Los hombres y el amor. La mujer sujeta a tal examen es una Dama de Compañía de la Virreina: precisamente Juana Inés Ramírez. Esta pieza de diez y seis redondillas que Juana Inés improvisó para esa ocasión, pasó a ser célebre y forma parte de sus textos líricos. Por razones de brevedad me he permitido seleccionar solo tres redondillas.
Hombres necios que acusáis,
A la mujer sin razón,
Sin daros cuenta que sois la ocasión,
De lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual,
Solicitáis su desdén,
¿Por qué queréis que obren bien?
Si las incitáis al mal.
O cual es más de culpar,
Aunque cualquier mal haga,
La que peca por la paga,
O él que paga por pecar.
En 1680 en la corte de la Reina de Bélgica el eminente sacerdote portugués confesor de dicha Reina, el Excelentísimo padre Jesuita Antonio Vieira, había impartido un sermón sobre la naturaleza de Dios, que tituló: Las finezas de Cristo. Esto de la fineza de Cristo refiere y varias finezas, entre las que se encuentra el decir de Cristo, de que <los hombres deben amarse los unos a los otros>. Pero no con un amor cualquiera. Se trata de un amor especial, que debe seguir el modelo de amor, que muestra Cristo. Los argumentos de este mandato de Cristo de <amaos los unos a los otros> y los argumentos a las otras finezas, que aparecen en el sermón, no mostraban tener un razonamiento sólido. El sermón que escuchó la gente en Bélgica causó asombro. Los eruditos de la corte de Bélgica pidieron al padre Vieira para que él pasara por escrito su sermón y así facilitar su estudio y discusión. Así lo hizo y dicho texto llegó a la corte del Virreinato de Mexico. Allí Sor Juana Inés lo leyó. Su lectura le produjo desacuerdos con los argumentos expuestos por el sacerdote Vieira. Así lo expresó verbalmente en las reuniones teológicas del convento. Sor Juana usó muchos argumentos que expresaban su propia manera de ver la naturaleza de Dios.
Algún tiempo después, estos argumentos que sostienen su desacuerdo, llegaron a los oídos de la corte de Bélgica y del padre Vieira. Entonces el excelentísimo sacerdote Vieira le escribió una carta de Sor Juana, pidiéndole que escribiera sus desacuerdos con sus respectivos argumentos. Que se los enviara para estudiarlos y discutirlos. Cosa que ella hizo en una carta dirigida al padre Antonio Vieira. A esa carta ella el puso un titulo y la llamó: Carta Atenagórica [en honor a la diosa Palas Atenea, Diosa griega de la sabiduría, quien de paso: era una mujer]. Aquí es bueno aclarar que además de la discusión teológica que corresponde, también existen otros serios conflictos que aparecen después de años de discriminación de género con la figura de la mujer. ¿Cómo una monja Mexicana va a cuestionar argumentos teológicos, presentados por un sacerdote varón de gran importancia, como el padre confesor de la Reina de Bélgica?
A su vez el padre Manuel Fernandez, Excelentísimo Obispo de Puebla, defensor por muchos años de Sor Juana y su editor, también había leído la carta del padre Vieira y también tenía sus propias opiniones. Cuando recibe copia de la Carta Atenagórica de Sor Juana, él decide publicarla. En esta publicación el padre Manuel Fernandez se va a permitir acompañarla con un escrito suyo dirigido a Sor Juana. En este escrito le muestra a Sor Juana sus muchos desacuerdos con su modo de pensar y desacuerdos con su argumentación usada. Esta carta, la firma el Obispo padre Manuel Fernandez, con un seudónimo: Sor Filotea de la Cruz.
Así pués la carta del padre Antonio Vieira llamada: Las finezas de Cristo y la Carta Atenagórica de Sor Juana y la nueva carta de Sor Filotea de la Cruz, circularon todas juntas en una sola publicación. Circularon por todo el mundo hispano conocido, produciendo diversos efectos. Algunos fueron desastrosos para Sor Juana, quien a consecuencia de lo dicho por ella en esa carta Atenagórica, pasa a ser considerada casi como una hereje. Es decir algo que se castiga con la hoguera.
La furia de la inquisición [autoridades eclesiásticas] no fue totalmente contenida por el poder que ejercía el Virrey y la Virreina de Mexico, sobre el tribunal local de la inquisición. Para esa época los Virreyes ya habían cambiado. Ahora eran Antonio Alvarez de Toledo [Marquez de Mancera] y su esposa Maria Luisa, la Virreina. Ambos eran protectores de Sor Juana, especialmente la Virreina Maria Luisa, su poder impidió un juicio por herejía. Aún así, protegida por quienes la quieren bien y la comprenden en su valioso pensamiento, las consecuencias para Sor Juana fueron terribles. La censura provenientes de los jerarcas de la Iglesia en la nueva-España, no se detuvieron. El rechazo y censura de la Inquisición y del público ilustrado y el rechazo de personas que ella apreciaba y quería, la afectó mucho.
El que había sido su sacerdote confesor y amigo, el importante criollo, excelentísimo padre Jesuita Nuñez de Miranda [Principal autoridad de la Inquisición] ya le había expresado su repudio desde hacía más o menos diez años antes. Y ya había comenzado a exigirle que dejara de escribir. Anterior al incidente con los decires teológicos del padre Vieira, esta disputa ya estaba en desarrollo. La ruptura con su confesor ha sido motivo de mucha controversia entre sus biógrafos. Esta disputa y vaguedad dura hasta hace poco, en que en el año de 1981, el excelentísimo padre Tapia Mendez, publicó un libro titulado: Autodefensa espiritual de Sor Juana [Monterrey, 1981]. El dicho libro contiene una carta escrita por ella, extraviada en el tiempo y encontrada y rescatada por el padre Tapia en la biblioteca del Seminario Arquidiocesano de Monterey [Mexico]. Allí queda confirmado, sin lugar a dudas, que fue ella misma, quien rompió con el influyente sacerdote confesor suyo: el Jerarca confesor padre Jesuita Nuñez de Miranda.
En su biografía de Sor Juana, el biógrafo sacerdote Oviedo, da a entender que el padre confesor Nuñez de Miranda, le había pagado la dote necesaria para ingresar al convento de San Jerónimo y que años después fue la iniciativa de él, lo que lo llevó a suspender la Dirección Espiritual que le hacía. Esto incluía la suspensión de la confesión a Sor Juana. Según la carta encontrada de Sor Juana, dirigida a él, se establece, que esto no fue así.
Al respecto dice Sor Juana, en esta carta extraviada y encontrada, dirigida al mismo Padre Nuñez de Miranda. …‘En lo tocante a la dote, mucho antes de conocer yo a su vuestra excelencia, ya tenía mi dinero, prestado a mi padrino el Capitán Pedro Velazquez de la Cadena. No niego deberle a vuestra excelencia otros cariños y agasajos muchos, que reconoceré eternamente, como el pagarme en una oportunidad un maestro de teología’…
Además del asunto de la dote, no sin gracia, Sor Juana se rehusa a la santidad forzada, que tal parece quería obligarla el Padre Nuñez de Miranda. En la carta ella le pregunta: … ¿Soy por ventura una hereje? Y si lo fuera ¿Habría que ser Santa a pura fuerza?
Estas expresiones escritas por ella, muchos años antes que su carta al Obispo de Puebla, donde en su Respuesta a Sor Filotea, Sor Juana se muestra más comedida. En esta carta a su confesor, escrita ocho a diez años antes, que el problema del 1690, ella dice cosas que resultan ser expresiones osadas y desenvueltas. Se podría decir que hasta atrevidas. La índole íntima de su relación con el confesor me parece que nos explica el atrevimiento de Sor Juana.
Esta carta a su confesor escrita aproximadamente 1680 y descubierta recientemente en 1981 por el padre Tapia Méndez, resulta reveladora. Primero revela que la década del 1680 hasta 1690, fue una década difícil y muy conflictiva para Sor Juana. En esa década hubo confrontación con dos queridos admiradores y amigos: por un lado la confrontación con su confesor el jerarca poderoso Padre Antonio Nuñez de Miranda y por el otro lado, confrontación con su protector, el Obispo [editor] de Puebla, el Padre Manuel Fernandez de Santa Cruz [futura Sor Filotea de la Cruz].
¿Las razones de las confrontaciones en esa década? Las razones las encontramos en el alto prejuicio de los grandes prelados de la Iglesia, especialmente su archí-enemigo, el terrible sacerdote misógino, Arzobispo de Mexico: Padre Francisco Aguiar y Seijas. Este Padre Aguiar y Seijas era un muy poderoso enemigo. Adrede, Sor Juana, al morir, le deja sus pocas ropas, pertenencias y artefactos de ciencia, para que él las venda y reparta entre los pobres el valor obtenido, obligándolo a ocuparse de ella, después de muerta. Cosa que cumplió cabalmente, pero él mandó sus alguaciles, quienes entraron en el Convento y se llevaron con un despliegue de abuso de autoridad e violando normas, todas las cosas de Sor Juana. Además se llevaron los dineros del Convento de San Jerónimo, donde Sor Juana era la Tesorera del Convento y cuidaba con celo la administración de dicho dinero. Dos años después muere el Padre Aguiar y Seijas. Sus herederos intentaron quedarse con todo. Pero varios Conventos, que habían sufrido igual suerte que el Convento de San Jerónimo, demandaron ante la Justicia Virreinal y la justicia les devolvió parte de lo robado.
Las autoridades eclesiásticas, especialmente el poderoso Padre Aguiar y Seijas, insistían en la contradicción que existe entre la religión y las letras. Le reprochaban la funesta costumbre de pensar en versos y escribirlos. También le reprochaban su continua comunicación epistolar con el gran mundo de las letras más allá de los mares. El reprochaban su aparente descuido de sus obligaciones religiosas. El exigía que firmara un documento donde se retracta de su vida dedicada a las letras y no a la religión. Finalmente ella firma un documento donde reconoce que ha descuidado sus deberes religiosos, pero no se retracta de su vida dedicada a las letras. Allí firmó con su sangre y agregó: …Suplico a mis amadas hermanas religiosas que me encomienden a Dios, porque he sido y soy la peor de todas. A todas podo perdón por amor de Dios y de su madre. Firma: Yo, la peor de todas: Sor Juana Inés de la Cruz…
Hay que agregar que en esos últimos dos años Sor Juana practicaba el cilicio y la mortificación física. Hay testimonios escritos del daño físico exagerado que ella misma se infligía en la soledad de su celda.
La continua censura de los Jerarcas de la Iglesia también era debida a la exquisita molestia que representaba la figura de una mujer, tan destacada en todo el mundo hispano, por sus escritos excepcionales. Por último la existencia innegable de la rivalidad política, ya que Sor Juana, en sus guiones de Teatro, dejaba ver claramente la necesidad de reformas sociales. Reformas que facilitarán algunos cambios civiles y produjeran una cierta igualdad entre las diversas castas sociales. En los guiones, sus personajes hablaban argumentos a favor de la justicia social. Sor Juana pudo medianamente enfrentarse con la jerarquía religiosa, porque contaba con el apoyo del Palacio Virreinal. Pero la protección no fue suficiente, sufrió tanto, que finalmente dejó de escribir.
Dice Sor Juana en la carta extraviada y encontrada en 1981 y dirigida al mismo Padre, su confesor y Director Espiritual, Nuñez de Miranda: … ‘Mis estudios no han ocasionado un daño, ni perjuicio de nadie, mayormente habiendo sido tan privados, que no me he valido, ni aún de la dirección de un maestro, sino que ha secas, me lo he habido conmigo misma’… continúa y dice: … ¿Quién ha prohibido a las mujeres estudiar? ¿No tienen alma racional como los hombres? ¿Qué revelación divina, que determinación de la Iglesia, que dictamen de la razón, hizo para nosotras, tan severa ley? Las letras no estorban, sino ayudan a la salvación. ¿No se salvó San Agustín, San Ambrosio y todos los demás estudiosos y santos doctores? Y vuestra excelencia cargado de tantas letras ¿No piensa salvarse? ¿No estudió Santa Catalina, Santa Gertrudis y Santa Paula, sin estorbarle, en su alta contemplación, el saber hasta griego? ¿El haber aprendido hebreo? ¿Por qué en mí es malo, lo que en todas ellas, fue bueno? ¿Solo a mí me estorban los libros para salvarme? ¿Por qué ha de ser malo, que el rato que yo había de estar, en una reja recibiendo y hablando disparates, murmurando lo que pasa dentro y fuera de la casa, y en su lugar lo gastara en estudiar? ¿Por qué para salvarse, se ha de ir por el camino de la ignorancia, si es tan repugnante y no es natural? ¿No es Dios toda bondad y sabiduría? ¿Por qué va a aceptar Dios, más la ignorancia, que la ciencia? ¿Por qué vuestra excelencia en pesadumbre dice, que de saber que yo había de hacer versos, no me hubiera aceptado como religiosa? Padre amantísimo: ¿Cuál era el dominio directo que vuestra excelencia tenía, para disponer de mi persona y de mi albedrio? ¿En que se funda vuestro enojo? ¿Canso yo a vuestra excelencia con algo? ¿Hele pedido alguna cosa, para el socorro de mis necesidades? No tengo servil naturaleza, que haga por amenazas, lo que no me persuade por la razón. Si por contradicción, al dictamen de no escribir más versos, hubiera yo de hablar mal contra vuestra señoría, como lo hace vuestra señoría conmigo y contra mí. Infinitas ocasiones suyas, me repugnan sumamente, pero no por eso las condeno. Y así se lo suplico, a vuestra excelencia, que si gusta, no es ya servido favorecerme, no se acuerde de más mí. Pués aunque sentiré tanta pérdida mucho, nunca podré quejarme, porque Dios proveerá, un remedio para mi alma, que espera, que en infinita bondad, no se perderá, aunque le falte la dirección de vuestra señoría. El cielo hace muchas llaves y no se estrechó a un solo dictamen, sino que hay en el cielo, infinidad de mansiones para diversos pensares. En el mundo hay muchos teólogos y cuando caen en falta, en querer, más que en saber y como todo consiste en salvarse, esto, más estará en mí, que en el confesor. ¿Qué precisión hay en que esta salvación mía, sea por medio de vuestra señoría? ¿No podrá ser otro?
A pesar de todo esto, Sor Juana sigue defendiendo sus ideas, defiende su derecho a las letras y defiende su manera de entender la esencia de Dios y de Cristo. Escribe una contestación a Sor Filotea de la Cruz [el Obispo Manuel Fernandez de Puebla] que llega a niveles autobiográficos. Pero la herida en ella, era profunda.
Las autoridades eclesiásticas, le pedían una y otra vez, que no escribiera más. No querían más poemas. Dos años después de la Carta al Padre Vieira y de luchar con esta censura y con estas críticas constantes, Sor Juana se fatigó y decidió no escribir más. Procedió a la distribución libre de todos sus libros e instrumentos de música y de ciencia y se quedó sin biblioteca. Sor Juana no escribió nunca más. Es comprensible que a los tres años siguientes, Sor Juan Ines de la Cruz, encuentre la muerte el 17 de Abril a las cuatro de la madrugada, en el convento de San Jerónimo, en el año de 1695 a la edad de 43 años y cinco meses.
Cabe preguntar ¿Qué era lo horrible que Sor Juana había escrito en esa Carta Atenagórica que le costó la vida?
Un extracto de su Carta Atenagórica nos muestra que lo más delicado, no es la fineza de <amaos los unos a los otros>, sino la delicadísima fineza de la propuesta cristiana de la <resurrección de Cristo>.
Dice Sor Juana el Padre Vieira en la Carta Atenagórica: … ‘Muy Señor Mío: De las bachillerías de una conversación, que en la merced de Vuestra señoría me hace, pasaron plaza de vivezas y nació en Vuestra señoría el deseo de ver por escrito algunos discursos que allí hice de repente, sobre los sermones de un excelente orador, alabando algunas veces sus fundamentos, otras disintiendo y siempre admirándome de su sin igual ingenio, que aun sobresale más en lo segundo que en lo primero, porque sobre sólidas basas no es tanto de admirar la hermosura de una fábrica, como la de la que sobre flacos fundamentos se ostenta lucida, cuales son algunas de las proposiciones de este sutilísimo talento, que es tal su suavidad, su viveza y energía, que al mismo que disiente, enamora con la belleza de la oración, suspende con la dulzura y hechiza con la gracia, y eleva, admira y encanta con el todo…
…Su señoría habla de las finezas de Cristo en el fin de su vida: <In finem dilexit eos> y propone el sentir de tres Santos Padres que son San Augustin, Santo Tomás y San Crisóstomo, y con tan generosa osadía, vuestra señoría dice: ‘El estilo que he de guardar en este discurso será éste: referiré primero las opiniones de los Santos y después diré también la mía. Más con esta diferencia: que ninguna fineza de amor de Cristo dirán los Santos, a que yo no dé otra mayor que ella. Y a la fineza de amor de Cristo, que yo dijere, ninguno me ha de dar otra que la iguale’…Dice Sor Juana: ‘Estas son sus formales palabras [del Padre Vieira] ésta su proposición y ésta la que motiva la respuesta’…
Sigue diciendo Sor Juana: …‘Siento con San Agustín, que la mayor fineza de Cristo fue morir. Pruébese por discurso: porque lo más apreciable, en el hombre, es la vida y la honra. Ambas cosas da Cristo en su afrentosa muerte. En cuanto a Dios. Dios ya había hecho con el hombre finezas dignas de su Omnipotencia, como fue el criarle y conservarle. Pero en cuanto hombre, no tiene más que poder dar, que la vida. Pruébese no sólo con el texto: <Maiorem hac dilectionem> el cual se puede entender de otros amores. Como otros infinitos. Sea uno el que Cristo dice que es buen Pastor: <Ego sum pastor bonus> <Bonus pastor animam suam dat pro ovibus suis> donde Cristo habla de sí mismo y califica su fineza, con su muerte. Y siendo Cristo, quien solo sabe cuál es la mayor de sus finezas, claro és, que es cuando se pone a ejecutarlas. Él mismo, de haber otra mayor fineza, la dijera. Y no ostenta otra para prueba de su amor, más que la prontitud a la muerte. Luego su muerte, es la mayor de las finezas de Cristo’… Fin de la cita de Sor Juana Inés.
Me permito agregar una nota mía: Según la lógica de Sor Juana, la mayor fineza de Cristo, no es el importante hecho de la resurrección, como insiste el padre Vieira en su carta. Me parecen claros los argumentos de Sor Juana, en relación de la mayor fineza de Cristo: su muerte. Opino que por haber dicho eso en específico la Iglesia la condena. Ella no dijo que desconocía la importante proposición cristiana del hecho de la resurrección de Jesús. Eso es dogma irrebatible para la Iglesia. Ella dijo que su muerte [y las razones de su muerte] fue su mayor fineza. Basta tener de un poco de animosidad contra ella [prejuicio de género y envidia por su celebridad] para leer eso de otra manera y condenarla.
Otro comentario mío, a favor del argumento de Sor Juana: Saulo de Tarso, un importante judío estudioso, nacido en la ciudad de Tarso [hoy día Turquía] y quién pasó a ser llamado luego <San Pablo> y quien es el fundador del Cristianismo en el siglo 1, sacó ese nombre precisamente de la importancia que tiene la muerte de Joshua [Jesús de Nazareth] en la cruz. La palabra para designar la cruz en latín es <Christus> y en griego antiguo <Χριστός> [Christós]. Ambas refieren a Jesús: el Cristo crucificado o Cristo redentor. La nueva religión denominada así por San Pablo, se va llamar <Cristianismo> palabra derivada de la muerte en la cruz: Jesús, es el Cristo. Es el que muere en la Cruz. Por lo tanto Sor Juana tenía razón, la mayor fineza de Cristo, fue morir en la cruz.
Film argumental completo sobre Sor Juana en Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=PTI7H1ohD2M
Rlander39@gmail.com