LA SECRETARIA

LA SECRETARIA

Comentarios al Film de Steven Shainberg.

Rómulo Lander [Caracas].

Este film está basado en una historia breve escrita por Mary Gaitskill la cual fue llevada al cine por el director Steven Shainberg en el año 2002. Fue estrenada en Venezuela con un relativo éxito de taquilla en año 2004. Opino que este es un film de gran calidad, el cual fue nominado para el Globo de oro de ese mismo año, además recibió diecisiete nominaciones adicionales en diversos festivales de cine internacional.

Se trata de una historia de amor con la presentación en cine de un erotismo muy especial. El film se presenta con una puesta en escena cargada de colores sobre-saturados y con una cámara de contrapicados tanto en el suelo, como en el techo que logra dar mucha intensidad en diversas escenas eróticas del film. Los close-up de las miradas en silencio de los dos personajes principales son intensos y reveladores. Los parlamentos son cortos, precisos y poco abundantes. La musicalización es selectiva, solo para ciertas escenas. Las escenas eróticas más importantes transcurren en total silencio, en donde solo se escucha el sonido natural de los personajes.

Al iniciarse el film aparece una joven mujer caminando en una oficina. Amarradas las muñecas y el cuello con varios anillos de cuero a un tubo negro horizontal que tiene sobre los hombros y que le impide doblar los brazos. Ella se ve contenta y hermosa. Camina en la oficina y con la boca recoge una carta que está en la máquina de escribir, dobla su delgado cuerpo y con la mano recoge una taza de café, luego camina hacia otra oficina. Entra y cierra la puerta. Luce como una esclava, amarrada y contenta, que lleva un café a su amo. Aparece un texto en la pantalla que dice: ‘seis meses antes’ y empieza la acción.

La historia se inicia cuando la joven mujer Lee Holloway (Maggie Gyllenhaal) de unos veinticinco años de edad, regresa de una hospitalización en una clínica psiquiátrica, para asistir a la boda de su única hermana, mayor que ella. Durante la boda aparece Peter (Jeremy Davies) quien es un proyecto de novio. Peter a su vez ha padecido de algún tipo de condición nerviosa, que lo llevó algún tiempo atrás a un colapso mental transitorio. El se muestra muy interesado en Lee. Ella a su vez no tolera fácilmente las emociones intensas, ya que la llevan a un estado de angustia insoportable. Para tranquilizarse Lee ha desarrollado un método eficaz que le alivia la angustia. El método de alivio consiste en hacerse cortaduras en la piel de sus muslos, las cuales cubre para evitar la infección con curitas. Lee se muestra como una joven mujer, bastante infantil y además muy dependiente. No sale nunca sola, ni siquiera de día. Siempre acompañada de su madre y parece no tener ninguna vida social activa. Su hermana se casa para ir a vivir en la parte de atrás del mismo hogar familiar. Sus padres se muestran con muchos problemas. El padre es alcohólico grave, por lo cual pierde el trabajo. La madre es una extraña mujer, que no tiene ninguna vida social y que solo se dedica a ser el chofer de su hija joven Lee. Se puede decir que su madre esta socialmente aislada y pendiente de su hija menor.

La hija Lee encuentra por razones del azar una oferta de trabajo en el periódico: En un aviso se lee que un bufete de abogado necesita una secretaria. En un día lluvioso Lee asiste a la cita inicial. La anterior secretaria está saliendo llorando, con un sobre gris en las manos  y una caja de pertenencias personales. El abogado E. Edward Grey (James Spader) de unos 35 años de edad la recibe y le hace un extraño interrogatorio preliminar. ¿Esta Ud. embarazada o planea estarlo? ¿Vive Ud. Sola? ¿Está Ud. casada? Luego Mr. E. Edward Grey le hace una observación personal y le dice: <La percibo muy cerrada, como una pared>. A lo cual Lee asiente con la cabeza, sorprendida en silencio. Inicia su nuevo trabajo en el bufete, donde además de ella, trabaja a medio tiempo, una asistente legal con la cual tiene un mínimo contacto interpersonal. Cada tarde su madre la recoge con el automóvil para regresarla a casa. Generalmente la madre espera en el estacionamiento por unas cinco horas, mientras Lee concluye su día de labores. Mr. Grey es un hombre elegante, atlético y bien parecido. Es detallista, controlador y además no soporta los errores de mecanografía y mucho menos los errores de ortografía, los cual destaca con un marcador de color rojo. Cuando Mr. Grey le reclama a Lee sus errores, ella se angustia en exceso y necesita cortarse la piel, para así lograr calmarse. Mr. Grey la ve haciendo su corte y se retira en silencio. Otra tarde la Srta. Lee está poniendo una trampa para ratones en su oficina y al agacharse, Mr. Grey le observa los muslos y sus heridas (las curitas). Ambos se encuentran mirándose con interés mutuamente.

Una tarde después de salir del trabajo ella tiene una cita, con su novio Peter, en una lavandería automática, en la cual también ofrece comida rápida y dispone de mesitas para comer mientras esperan la ropa. Allí ambos se sientan y establecen una extraña conversación. Se hacen confesiones íntimas, algunas de ellas eróticas, las cuales son escuchadas por casualidad por el Sr. Edward Grey, quien ha ido allí a dejar una ropa para lavar. La siguiente tarde el Sr. Grey llama a la Secretaria Lee a su oficina y le hace algunas preguntas y una observación. Le pregunta si ha tenido una cita recientemente. Ella le contesta que sí. ¿Con quién? Con Peter, su nuevo novio. ¿Han tenido sexo? Ella se sorprende y se ríe con nerviosismo. Le contesta que no. El le dice que ha observado que su madre la regresa a su casa todos los días. Que eso debe parar. Ella debe regresar por su cuenta, caminando si es necesario, que ella es una mujer ya crecida, que puede andar sola. También le dice que el ha observado que ella se hace cortaduras en la piel. Es como si ella tuviera un sufrimiento, un dolor interno, que ella no comprende, ni sabe de dónde viene. Que ella se tiene que cortar la piel para poner ese dolor interno a nivel superficial, externo y así conocerlo y controlarlo. Además ella puede ver como se sana. Entonces mirándola fijamente a los ojos le da una orden. Le dice que él le prohíbe que ella se corte más. Le pide que ella le garantice a él, que ella no va a hacer eso, nunca más en su vida. Ella sorprendida y encantada, se lo ofrece, se lo garantiza. Cosa que desde ese momento, ella cumple a cabalidad. Incluso tira al rio todo el paquete (un pequeño maletín) con el equipo de cortaduras, lancetas, algodón, yodo y curitas.

Pocos días después la Secretaria Lee comete un error de ortografía y el Abogado Sr. E. Edward Grey la llama a su oficina. Le pide que cierre la puerta. Le ordena que ponga la hoja de papel en el escritorio y coloque sus codos y brazos al lado del papel y que lea en voz alta. Queda así inclinada, doblada sobre el escritorio. El se sitúa por detrás de ella y cuando ella comienza a leer, él le da una muy fuerte nalgada. La cámara se sitúa a la altura y frente a la cara de Lee y se observa su grata sorpresa al recibir la primera nalgada. El le pide que continúe leyendo y en cada oración, le da otra y otra fuerte nalgada. Es claro observar en esta escena el placer del Sr. Edward Grey y el de la secretaria Lee en este acto erótico. Al terminar, él la hace leer de nuevo toda la carta y ella lo complace, recibiendo con gusto nuevamente todas las nalgadas. Al final, él le dice que regrese a su puesto de trabajo y corrija la carta. Como si nada hubiera pasado.

La relación amorosa con Peter se sostiene por el interés que tiene Peter en ella. Ella se muestra desinteresada e indiferente. Intentan tener relaciones sexuales. En esa escena erótica con Peter, la Srta. Lee se coloca y sugiere con su postura, que Peter le de unas nalgadas. Pero Peter no entiende la seña y solo le interesa consumar el coito. Cosa que hace, con la total indiferencia de la Srta. Lee, quien no muestra tener ninguna excitación sexual. Por la otra parte la Srta. Lee está más y más interesada en el Sr. Edward Grey, quien se muestra aparentemente muy indiferente con ella. Sin embargo en varias escenas se observa al Sr. Grey luchando contra el genuino interés secreto que él tiene en ella. En el deseo que la Srta. Lee muestra por el Sr. Grey y en su interés de excitarlo de nuevo, a ella se le ocurre, enviarle en un sobre un largo gusano de tierra que encontró a la entrada de la oficina. Lo envuelve en una hoja y se lo envía. Al día siguiente el lo recibe y al abrirlo queda sorprendido gratamente. En ese momento la llama a su oficina. Aún cuando hay un cliente esperando en la sala de espera, él  le dice que pase y cierre la puerta. Le pide que coloque las manos y los codos en el escritorio (tal como en la escena erótica anterior) y le dice que se suba la falda. Ella pregunta: ¿Por qué? El le responde: –No tendrá usted ninguna objeción a que yo me la coja. Y le agrega, –no se preocupe, no me la voy a coger. En ese momento tocan el timbre y ha llegado al bufete el novio Peter, a recoger a la Srta. Lee para ir a almorzar. Sin moverse, con las faldas recogidas y las pantaletas bajadas, doblada sobre el escritorio, Lee le contesta: –Peter, hoy no voy a poder ir contigo a almorzar. Nos vemos después. Peter le contesta, –está bien, así será–. El Sr. Edward Gray se abre la bragueta y se saca el pene. Tocando sus nalgas desnudas, Mr. Edward Grey se masturba en silencio. La cámara colocada muy cerca de la cara de la Srta. Lee nos hace ver su excitación y su curiosidad de lo que está haciendo Mr. Grey. El sonido de esta larga, erótica e intensa escena masturbatoria, en la cual es solo el sonido natural lo que se oye, resulta muy intensa. No hay musicalización. El Sr. Edward Grey finalmente llega al orgasmo y eyacula. Se recoge el pene, cierra la bragueta y en silencio da la vuelta al escritorio y se siente en su silla, frente a ella. Ella se endereza, se sube las pantaletas y se baja la falda. Queda allí parada, contenta en silencio y a la espera de lo que él le va a decir. Quizás él le diga algo amoroso. Pero él simplemente le dice que puede retirarse. Como sin nada a pasado. Ella se sorprende en silencio, queda unos segundos perpleja y luego se retira sin pronunciar palabra alguna. Se va al baño donde muy excitada se limpia el semen que el Sr. Grey ha dejado en su espalda y procede a masturbarse. En el cubículo de al lado, en el baño, se encuentra la asistente legal, quien escucha su excitación, sus palabras eróticas, su acto masturbatorio y su orgasmo. La secretaria Lee se masturba con la imagen del Sr. Grey y con el deseo del felatio. En otra simultánea escena el Sr. Edward Grey se da cuenta de que se ha manchado la bragueta con algo de semen. Se angustia y con desespero se limpia la mancha. Esto sugiere que él padece de angustia y vergüenza.

En los siguientes días, aparecen variadas escenas cortas donde ella se conduce como una esclava. En una escena lleva una carta en la boca, caminando en cuatro patas, como un perro. En otra ella está en cuatro patas, encima del escritorio de él, donde él le coloca en la cintura, una silla de montar caballos. En otra aparece con las muñecas y el cuello amarrados a un tubo negro, tal como una esclava. Progresivamente, sin entender porqué, el Sr. Grey va a ignorar más y más a la secretaria Lee, quien para ese momento solo piensa en él. En varias escenas se sugiere que el Sr. Grey está avergonzado. El insiste en evitarla. La secretaria Lee progresivamente se desespera al verse ignorada. Repentinamente el Sr. Grey decide despedirla. La llama a su oficina y la escena de la entrevista inicial. ¿Está usted embarazada? ¿Está usted casada? Y así sucesivamente. Luego la despide. Ella no lo acepta y le grita, –no, el despedido es usted y le da una bofetada. El le pide que se vaya, que él no va a parar de maltratarla. Ella le dice que no le importa, que puede hacerlo. Finalmente el insiste en despedirla y ella recibe un sobre gris, que él mismo le entrega. Recoge sus pertenencias y se va de la oficina, llorando y destruida.

Lee cae en una gran tristeza y su único recurso es su madre, quien aparece acompañándola en varias escenas. Retoma su relación con Peter quien le ofrece matrimonio. Lee decide casarse y en los preparativos del matrimonio se va a medir el traje de Novia. Allí se da cuenta que no desea casarse con Peter, se da cuenta que ella está enamorada del Sr. Grey. Corre en desesperación y va al encuentro del Sr. Grey en su bufete, así mismo, vestida de novia. Lo encuentra en su oficina y le dice que –ella está enamorada de él. El trata de calmarla, pero ella insiste, –ella está enamorada de él. El le contesta que no pueden hacer lo de ellos veinticuatro horas y siete días a la semana. A lo que ella responde: ¿Por qué no? Ella se sienta en la silla del escritorio, como para quedarse y entonces el Sr. Grey le da una orden. El dice: –ponga sus manos sobre el escritorio y sus pies firmes en el suelo. No se mueva hasta que yo regrese. Y se va de la oficina. Y no regresa más. Pasa el primer día y la primera noche y la Srta. Lee no se ha movido del escritorio. El Sr. Grey la observa secretamente desde una ventana y se sonríe. Lee se orina en la silla y no come ningún alimento. En la siguiente noche el Sr. Grey llama a Peter y le dice que su novia está en su oficina. Peter corre hacia allá y la encuentra, vestida de novia, sentada en una silla y con las manos pegadas al escritorio. Lee le pide que se vaya. Peter insiste en que le explique y que venga con él. Ella le dice claramente que no lo quiere y que no se va a casar con él. Peter la arranca del escritorio y en la lucha ella le golpea los genitales y Peter cae al suelo. Ella regresa al escritorio y asume su posición original. Mr. Grey está viendo toda esta escena desde la ventana. Se sonríe y se va a su casa. Luego aparecen por turno todos los personajes del film, visitando a Lee en su posición en el escritorio del Sr. Grey. Cada uno muestra un corto parlamente muy significativo. Su padre le dice que ella es hija de Dios, pero que ella es dueña de su cuerpo, para hacer con él lo que mejor le parezca. El antiguo psiquiatra de ella le dice: que en la antigüedad las monjas hacían el silicio y se colocaban espinas y agujas en la ropa interior para sufrir en nombre de Dios. Que cada quien hace lo que le parece. Aparece en las noticias de la televisión como el extraño caso de la huelga de hambre de la Srta. Lee. Finalmente en la quinta noche el Sr. Grey va a buscarla con un vaso de leche con chocolate. La carga y se la lleva a su casa, como una metáfora del matrimonio. Se muestran escenas eróticas de dominación. Ella amarrada de un árbol mientras el se la coge. En la última escena ellos están arreglando la cama por la mañana. De una manera muy obsesiva. Las almohadas de mayor a menor. Las sábanas muy templadas, sin arrugas. El sale al trabajo y ella saca de su blusa una cucaracha que coloca en la cama.

Como es natural y lógico, la organización sexual de estos dos personajes, es exclusiva para cada uno de ellos dos. Ella muestra su sumisión erótica. Ella es una esclava que requiere de un amo. Ella está dispuesta a cumplir, con exquisito placer, todos sus mandatos, al pie de la letra. Este particular acto sexual no la convierte a ella en una estructura perversa. Por dos razones: (a) porque ella ama (b) porque además desea completar el coito. Todos sabemos que esos dos detalles están ausentes en la verdadera estructura perversa. Ella por lo tanto es una estructura neurótica (histérica) común y corriente, con actos sexuales perversos.

Por su parte el Sr. E. Edward Grey, no ama y su erotismo se consume en la masturbación. Eso lo define como una estructura perversa verdadera. El muestra lo llamo: un alegato de amor. Un algo que amablemente parece amor, pero no lo es. Además como buena estructura perversa, el es un ciudadano ejemplar. Cumple sus obligaciones contractuales y civiles a perfección.

Aquí los elementos sádicos y masoquistas, como las nalgadas que le da en algunas escenas, están al servicio de la sumisión (dominador-sumisa). Por lo tanto no es una relación sado-masoquista. Se trata de una relación de dominación/sumisión. En la relación sadomasoquista el maltrato se inicia con la humillación verbal intensa que incluye obscenidades grotescas y desprecio verbal. El acto sadomasoquista continúa a pedido del masoquista con el maltrato físico que infringe un dolor progresivo. Es un dolor verdadero (que no ofrece placer al masoquista). El masoquista disfruta y se excita sexualmente: al creer que el sadista disfruta ocasionándole dolor físico. Esto lo lleva al éxtasis masturbatorio [al sadista]. En este film estas escenas sadomasoquistas no existen, por lo tanto se trata de una relación de un amo a su sumisa. De un dominador (Dom) con su dominada (Sumisa).

Algo más sobre la dominación y la Sumisión

También conocida bajo sus siglas D&S es un conjunto de prácticas sexuales centradas en relaciones de consenso que otorgan el dominio de un individuo sobre otro. En realidad describe prácticas de sexualidad no-convencional, que da nombre a lo que hoy en día es considerado como una subcultura sexual específica.

El contacto físico no es siempre necesario y la D&S puede incluso ser inducida anónimamente vía telefónica, email o servicios de mensajería on-line instantánea. Pero en muchos casos puede ser presenciales con mutuo consentimiento y ser intensamente físicas. En D&S cada participante siente placer y disfrute erótico por el hecho de ser dominado o ser dominante. Aquellos, cuyo status es de amo, son llamados dominantes o Doms y quienes adquieren la posición subordinada, se llaman sumisos o subs. Esto ocurre tanto en hombres como en mujeres. Un switch, es un individuo que puede tomar posesión de cualquier rol. Dos switch juntos o juntas pueden negociar e intercambiar roles varias veces durante un encuentro. El término ‘dominatrix’ es generalmente reservado para una mujer profesional quien domina a otros por dinero.

Aprendiendo algo más sobre sumisión erotica:   http://aprendiendosumision.blogspot.com/

Existen correos dedicados a esta especialidad en donde se comparten experiencias. Allí se narran historias espontáneas de personas dominadoras y sumisas. He traído para ustedes una selección de algunos textos ilustradores.

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En casi todos los espacios de D&S hablamos generalmente de los roles ‘dominantes o sumisos’ pero rara es la vez que nos detenemos a hablar del ser humano que hay detrás del rol. Pensamos que un buen dominante o un buen sumiso deberían hacer esto o aquello, debería tener esta o aquella actitud. Y hacemos un juicio de valor, no sobre la persona sino sobre la actitud, en este o en aquel rol, olvidando o dejando de lado que somos seres humanos imperfectos y que cometemos errores. Más allá de los roles y al margen de ellos, por muy bien o mal que nos comportemos, podemos elegir el ejercicio y el rol solo para las escenas o vivir nuestra vida diaria de acuerdo al rol que desempeñamos, pero en ningún momento dejamos de ser seres humanos. Conozco Dominantes que siempre están actuando como Dominantes, también sumisos que se comportan todo el tiempo como tal, pero aún así siguen siendo lo que son: personas con sentimientos y emociones que tienen fallas, envidias, celos, vanidades, odios; que sienten amor, entrega, honestidad, responsabilidad y mil cosas más. Por lo general el sumiso siempre quiere ser el mejor para su Amo. Se lo propone cada día haciendo un esfuerzo enorme para vencer sus defectos y poner en práctica sus virtudes. ¿Logra alguna vez la perfección? Seguramente que no, porque es un ser humano y como tal, imperfecto. En la vida personal de cada uno, fuera del D&S, tenemos proyectos y responsabilidades. Cada jornada nos espera con labores y tareas para cumplir. De acuerdo al sentido de responsabilidad de cada uno, el trabajo sale, pero no siempre con el mismo empuje, fuerza o gana. Hay días en que nos llevamos el mundo por delante y ni nadie ni nada nos detiene. En cambio hay veces que solo cumplimos con lo indispensable. Con los roles pasa lo mismo: yo quiero ser la sumisa perfecta y llegar algún día a ser esclava, pero… no siempre con las mismas ansias. Quizás los sumisos siempre tengamos ganas de sesionar, pero a veces estamos con otra disposición. Quizás el Dominante se enoje porque hoy no le respondo como Él desea, pero sería bueno que pensara que quizás hoy no sea mi mejor día. Hay veces que el Amo se niega a tener una sesión y el sumiso se enoja porque está deseoso de estar con Él, de entregarse a quien pertenece, y el Dominante no quiere, logrando el fastidio (demostrado o no) por parte del sumiso. La misma situación: el Amo es un ser humano que no siempre está bien, y para tener una escena debe estar en excelente condición desde todo punto de vista, porque es mucha la responsabilidad que recae sobre sus hombros. Creo que tenemos que pensar en la parte humana antes de hacer un juicio de valor sobre nuestra contraparte o sobre un tercero. A veces nos hacemos idea de cómo es una persona por sus dichos, expresiones y pensamientos en los espacios donde compartimos nuestra forma de pensar, sin tener en cuenta los factores humanos que lo están condicionando en ese momento. A veces las personas se meten tanto en su rol que no permiten aflorar o dejar conocer su parte humana, ni para sí mismos ni para los demás. No separan el “personaje” (o rol) de la persona, y esto puede traer a lo largo del tiempo, problemas de personalidad, psicológicos o emocionales. Pero cuando aprendemos a separar rol del individuo, nos damos cuenta lo hermoso que es el ser humano.

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Algunas ex-spankees que hoy estarán leyendo esto, me dijeron que de aquí sacaron la fuerza para dar el paso y convertirse en sumisas. Eso es un orgullo y también una gran responsabilidad. Sé que a veces no escribo con la frecuencia que debería, pero lo que escribo siempre es desde el corazón, por eso quizás alguno o alguna se sienta identificado con lo que digo. No es mi costumbre trabajar en supuestos sino más bien en hechos reales, pero en estos días que estuvimos juntos mi Amo y yo, salió el tema, de qué sucedería, si hubiese un intercambio de sumisas y el abanico de posibilidades que se abrió fue inmenso. El caso supuesto es el dos Amos, cada uno con su sumiso (uso el genérico masculino para hacerlo más fácil). Lo primero que vi fueron los Amos. Si las dos parejas compartirán la sesión, todo se hace más fácil porque los cuatro se sentirán más cómodos: cada Amo podrá tener bajo su vista y cuidado a su sumiso, y este se sentirá más protegido al ver allí a su Dueño. Este caso no tendría demasiadas complicaciones, aparentes al menos. En el caso en que tengan sesiones por separado, se complica bastante más. Aunque parezca tonto aclararlo, lo primero que debe verse es si el sumiso (o esclavo) no tiene el intercambio, cesión (permanente o temporaria), venta, alquiler, etc., como límite duro. En este caso damos por sentado que es consensuado. Como segundo paso, los Amos deben conocerse muy bien para tener la seguridad que el sumiso, su sumiso, estará en las manos acertadas, las manos de alguien que lo cuide en todos los sentidos. Una vez que cada uno tenga claro los límites del otro sumiso, la cesión y la sesión podrían comenzar.

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Este ha sido un año de luchas y batallas, derrotas y conquistas, frustraciones y logros. Como persona civil, termino el año divorciada. Como empresaria, termino bien luego de enfrentar mil problemas. Como mujer, termino feliz junto al hombre que se mantuvo a mi lado, a pesar de mí y de mis errores. Como practicante de D&S termino como sumisa habiendo comenzado como spankee (dominadora). Claro que no me convertí en sumisa de la noche a la mañana, ni siquiera de un mes para otro. Este camino de sumisión fue y es un camino de aprendizaje, pero sería injusta si dijera que fue duro porque hoy no lo siento así. Lo aprendido fue cayendo en mí como una garúa, como una fina llovizna de esas que parece que no mojan pero que nos empapa por completo. Por eso también me resulta difícil explicar los cambios y las etapas vividas, porque me cuesta verlos y reconocerlos. Los cambios fueron grandes. De pasar del dolor de verme despreciada y dejada de lado por haber tomado la opción de convertirme en sumisa, a darme cuenta de que valió la pena el esfuerzo y el dolor. De verme como una spankee que jamás dejaría de serlo a convertirme en sumisa sin retorno, gracias a la confianza de un Amo que apostó a una teoría en la que pocos creían. De pensar que aquellos que me decían que el D&S era una escalera que bajaba y que no tenía retorno, a confiar en que mi Amo era el acertado cuando me decía que esas personas estaban en un error. De pensar que jamás lograría entregarme al Amo en cuerpo y alma, a hacerlo conscientemente, de forma responsable y total, y a este nivel de entrega ya sin razonarlo. De sentir que hacía todo mal, que nunca lo lograría, a escuchar a mi Amo decirme: ‘hoy ya puedes considerarte sumisa. El entrenamiento ha terminado’.

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Aparece en: http://lennysuperstar.lacoctelera.net/ Entre las fantasías sexuales más recurrentes y que atraen por igual a hombres y mujeres encontramos la sumisión. Entendida casi como una forma de vida para cierta clase de gente, la sumision se puede entender como la demostración absoluta de amor por tu pareja. Contrariamente a lo que se suele creer, la sumisión implica una total entrega y confianza a tu pareja (amo, en este caso) que es totalmente recíproca. El amo, que ejerce como dueño absoluto de la voluntad de su sumisa, tiene que conocerla (o conocerle) mejor que nadie y controlar sus deseos y placeres hasta el más mínimo detalle para ser capaz de satisfacerla. Pero esto no va a ser un tratado sobre la sumisión y el sadomasoquismo, para eso hay otras páginas. No, yo voy a hablar de otro osa. A mí, como a muchos de nosotros, supongo, la idea de establecer un juego sexual en el que uno de los integrantes de la pareja tiene que asumir el papel de amo y el otro de esclavo tiene su puntillo de morbo. Según se dice, todos llevamos dentro un amo o un esclavo. Bueno, pues no es mi caso, porque nunca sé por qué me decidiría. La sumisión es un juego. Eso hay que tenerlo claro. Es, de hecho, un juego de rol. Hay gente que se alimenta de estos juegos y los lleva a cabo con multitud de detalles y parafernalia, que a mí, particularmente, no me interesan para nada.

Aquí tenéis un ejemplo de la forma de ver las cosas que tiene esta gente (totalmente respetable a mi entender). A mi es que me da mucha pereza pensar en comprar jaulas y grilletes y uniformes de cuero, y látigos y… no, esa parte del juego no me interesa, al igual que no me entusiasma la idea del placer a través del dolor (así que látigos, pinzas y cera caliente también descartados). Tampoco me interesa llevar el juego fuera de la habitación (o del lugar donde vaya a tener lugar el acto sexual, se entiende). Volviendo a la comparación con el juego de rol, hay parejas que hacen vida social sometidos al dictado de sus bajas pasiones, y tienen que estar siempre metidos en su papel. Reconozco que eso puede tener su gracia, pero tampoco me apetece demasiado que toda mi vida gire alrededor de un juego sexual.

¿Qué es, entonces, lo que me motiva de la sumisión? Bueno, obviamente todos hemos practicados alguna vez la sumisión en alguna vertiente «light»… vendarle los ojos a tu pareja… atarle a la cama… manejarle/a a tu antojo para que adopte las posturas que tu le vas dictando… todos hemos jugado a eso mientras hacíamos el amor. Yo he adoptado invariablemente los dos roles, y no sé con cuál disfruto más… si con la «indefensión» y la incertidumbre de los actos que vas a realizar… o con la sensación de «poder», con saber que vas a guiar a tu pareja a dónde a ti te venga en gana y que ella va a obedecerte. Son dos sensaciones muy poderosas y, para mí, igualmente satisfactorias. Mi pareja y yo empezamos tapándonos los ojos y atándonos a la cama… el problema es que nunca encuentras una cuerda y algo parecido cuando la necesitas, así que recurres a lo primero que tienes a mano: una camiseta, un sujetador… todo ello acaba por deshacerse y caer al suelo a los pocos segundos. Con el fin de mejorar nuestra pequeña fantasía un día compré unas esposas en un sex-shop. Un consejo sobre ello: no os vayáis a las baratas, son igual de útiles que las que te regalan en los «todo a 100» con el disfraz de vaquero. Obviamente el invento dejó mucho que desear, aunque las primeras veces su sola presencia ya nos motivaba, más por lo que significaban que por el uso real que acabábamos dándole. Luego pasamos a ponernos un poco «brutos» mientras follábamos. Un azote en el culo por aquí, un retorcimiento de pezón por allí… un tírame del pelo mientras me penetras por detrás… en fin, ese tipo de cosas.
Desde entonces hemos hecho pocos progresos, la verdad, puede que desalentados por cosillas puntuales como aquel quejido de protesta en contestación a ese cachete en el culo un poco excesivo que le propiné, o a ese aullido de dolor que proferí, casi cabreado, cuando ella retorció mi pezón como si fuera una peonza. Hechos que demuestran que la vertiente sadomasoquista no es lo nuestro. Aún con todo (y con ánimos para seguir experimentando de vez en cuando en este apasionante terreno), creo que la dominación en la pareja es una tendencia casi instintiva que surge en el momento de mayor ardor sexual. Como si fuera una manifestación del deseo de potenciar el placer al máximo. Todos deberíamos probarlo, al menos una vez, como casi todo lo que tenga que ver con el sexo (o al menos esa es mi opinión).  Y como muestra de que los vicios son cada día menos privados, en esta página podréis incluso acceder a unos prácticos cursos de ‘bondage’ y planificar tu «fin de semana sumiso» ¿Qué opináis vosotros? ¿Amos/as o sumisos/as?

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Él conoce casi todas mis fantasías. Aquella noche preparó la escena de la forma habitual y me pidió que me vistiera con ropa usada, gastada, nada sexy, nada especial, sino que quería verme con el pelo suelto, una T-shirt (camiseta) vieja y un short. Esta vez estaría descalza. Las muñequeras y las tobilleras fueron ajustadas correctamente y la soga corrió hasta detenerse en las argollas del techo, de donde fui atada con las piernas y brazos abiertos, como en una cruz de San Andrés. Dos trozos de algodón cubrieron mis ojos antes de que una gruesa venda los tapara por completo. Ajustada fuertemente, la oscuridad fue total. Como cada vez que me priva de la vista, mis oídos hacen el intento de agudizarse más y más, tratando de adivinar sus pisadas, su respiración, sus movimientos. Pero esa noche sería diferente, Él ya me lo había advertido. Los auriculares con radio FM sonaban con la música de Wagner, y para mi dicha “ La Valkiria ” se hacía sentir. Luego de unos momentos, me quitó la música y me dijo al oído, casi como un susurro: “anita… tal cual lo fantaseaste muchas veces, esta noche no estaremos solos en la escena, otro Amo… o quizás otros Amos, nos acompañarán. Veremos cuántos acuden a la cita.” Y la música volvió a sonar en mis oídos, pero el auricular derecho quedó mal colocado y sentí cómo se abría la puerta y la voz de mi Amo diciendo “buenas noches, adelante por favor”. Luego, el sonido seco de la puerta al cerrarse y la llave que daba dos vueltas en la cerradura. “Ella es anita, mi sumisa y suya también por esta noche. Claro que uno por vez, ¿verdad?”. Mi cabeza comenzó a trabajar a ritmo vertiginoso, no podía comprender correctamente. ¿No estaríamos solos? ¿Había más Amos en la habitación? “Caramba, me temo que estamos siendo escuchados, pero ya mismo lo corrijo”. Mi mente fue invadida por un solo de violines que no me interesó identificar. El volumen aumentó lo suficiente como para impedir oír cualquier sonido fuera de mi cerebro. Me sentí observada. No veía, no oía; giré mi cabeza hacia un lado y otro, pero de nada sirvió. Una mano acarició mi cabello y fue descendiendo por mi espalda, deteniéndose en mis nalgas y dando unas suaves palmadas en ellas, mientras eran magreadas deliciosamente. Ese era mi Amo, sí, sin duda que era Él. Conocía sus caricias y sus manos. Seguramente todo esto era una broma de él y estábamos solos. Incliné mi cabeza y sonreí tranquilamente. Una mano enfundada en un guante de cuero me levantó la barbilla, y dio vuelta mi rostro hacia ambos lados. Luego sostuvo mi cara hacia arriba y recorrió mis senos, apretando los pezones sin piedad. Cuando soltó mi rostro comencé a bajar la cabeza, pero la insistente mano la volvió a subir, empujando hacia atrás varias veces, como queriendo dejar claro que esa era la posición que debía adoptar. Si era otro Amo quien me daba esa orden, debía obedecer. Con mi Amo hablamos este tema varias veces, yo le contaba mi fantasía de estar con otros Amos estando Él presente, y siempre me decía que debía obedecer todo, sin límites porque los límites los pondría Él. Yo aceptaba lo que él me decía. Bueno, esta era la oportunidad de poner en práctica sus enseñanzas y dejarlo bien como Amo, con una sumisa perfectamente entrenada. Las manos enfundadas en guantes se apoyaron en mi pecho, y con un movimiento seco partieron en dos la remera, dejando al descubierto los senos apenas tapados por un diminuto sostén. La mano se metió por debajo de la cinta inferior y con otro movimiento el sostén fue arrancado dejando los senos completamente desnudos. El short de tela elástica y la bikini no tardaron demasiado tiempo en correr la misma suerte que el resto de la ropa. Allí estaba yo, totalmente desnuda a merced de… ¿dos, tres, cuatro Amos?

No lo sabía, y no tenía manera de saberlo. Los pezones fueron pinzados y casi inmediatamente pude sentir el rebenque de mi Amo, azotando mis nalgas con la misma fuerza de siempre. Luego una fusta azotó mi vagina y clítoris con cuidado, pero no exento de vigor. Sentí sobre mí manos inimaginables, envueltas en diferentes texturas o desnudas, manos que me tocaron sin miramientos, sin pudores, que hurgaron mis más íntimos recodos, que azotaron mi cuerpo, que me usaron y me hicieron gozar al punto de hacer correr mis jugos por mi entrepierna hasta mojar mis pies. Hubo juguetes como un vibrador, plugs, bolas chinas. Tuve caricias y sacudidas, dolor y gozo, intriga de quienes estarían y el reconocimiento de la presencia de mi Amo cuando dudaba que estuviera allí. Sin quitarme los auriculares, fui soltada de las ataduras y se me permitió recostarme en el suelo, donde se cubrió mi desnudez y allí permanecí descansando por un buen rato. Una mano me acarició y un cuerpo se sentó a mi lado. Era mi Amo. Reconocí su ropa al tocarlo, y su tibieza al acurrucarme en Él. Sin apuros me fue quitando todo: muñequeras, tobilleras, auriculares y finalmente la venda. Lentamente fui abriendo los ojos y lo primero que vi fue su dulce sonrisa, mientras me besaba la frente, la nariz, las mejillas y finalmente un disfrutable beso en los labios. Espero que mi sumi esté satisfecha, me dijo. –Sí mi Señor–. ¿Puedo hacer una pregunta? –Claro, las que desees– ¿Cuántos Amos estuvieron esta noche aquí? –Todos los que tu mente pudo contar– ¿Fantasía? ¿Realidad? Dependerá de cada uno, porque de eso se trata el Mind Fuck, disfrutalo. Aparece en:

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