ALTERIDAD Y PSICOANALISIS

ALTERIDAD Y PSICOANALISIS   

Rómulo Lander [Caracas, Enero 2017]   

Está claro que estamos refiriéndonos a la práctica del Psicoanalisis y de la psicoterapia de tipo analítica. En este caso, primero que nada, vale la pena preguntar: ¿Qué es la alteridad y en especial la alteridad en transferencia? Paso a responder. La alteridad refiere a la presencia de un mecanismo mental en donde existe un tipo de relación de objeto particular la cual se establece entre el analista y su analizando. La alteridad refiere específicamente a una relación asimétrica entre uno y otro. Esta asimetría es un tipo de relación transferencial en la cual el analista mantiene su capacidad de discriminación objetal con su paciente: <Yo soy yo> y <tú eres tu>. Así la alteridad transferencial resulta ser un sinónimo de la asimetría en la relación transferencial.

La dialéctica de la simetría y asimetría 

Existe simetría en la dupla analítica, cuando el analista se identifica con el material verbal y no-verbal [significantes] que el paciente produce en cada sesión (Jaques Lacan, Seminario 10: La Angustia, 1962).

Trabajar en simetría o asimetría, no es un acto voluntario, ni es una escogencia del analista. Sabemos que es recomendable trabajar en asimetría. Para lograr esto, el analista debe capacitarse para ello. Esto lo logra a través de su análisis personal. Por lo tanto la profundidad lograda en el análisis del candidato [a ser un futuro analista] es muy importante. Es lo que determinará el límite de su acto. Cuando trabaja con dramas humanos que ya ha conocido en sí mismo, el analista puede trabajar más fácilmente en asimetría. En el caso contrario, va a caer inevitablemente en simetría. De esta simetría puede rescatarse al hablar en confidencia y supervisar con un interlocutor calificado. El analista en formación debe tener la oportunidad de explorar los aspectos más oscuros, reprimidos de su vida sexual y destructiva. No hay duda de que por esta vía va a ampliar sus capacidades como futuro analista.

Existe asimetría cuando el analista no se identifica con su analizando. Es decir está en atención flotante, escucha sin prejuicio [el material emergente] es decir escucha sin juicio moral y mantiene la discriminación sujeto/objeto. Mantiene el <yo soy yo> y el <tú eres tú>. Desde esa posición puede intervenir: decir algo que no se le espera. No hay identificación con lo que el analizando dice, por lo tanto el monto de angustia del terapeuta es mucho menor. Las sesiones en que el analista está en asimetría, es lo que permite borrar de su mente, todo lo que ha ocurrido en sesión, cuando la sesión termina. Queda así preparado para recibir al siguiente paciente con una mente tranquila, limpia de identificaciones. Es oportuno citar aquí el <Block maravilloso>[1] de Freud. Este Block como metáfora,  lo he utilizado con frecuencia para describir esa capacidad analítica de alteridad [de asimetría], a la cual me estoy refiriendo. Muchas veces podemos hacer que la sesión, ya terminada, se borre automáticamente de nuestra mente. Otras veces no ocurre así. Según sea el caso que nos toca atender, perdemos la asimetría y al terminar la sesión, quedan muchos efectos de ella [identificaciones] en nuestra mente y no es posible borrarla.

Freud escribió en 1925 una breve reseña donde nos describe un nuevo juguete de escritura que apareció en Viena, para el disfrute de los niños, llamado el <Block maravilloso>. En este Block, lo escrito se borraba, al separar la hoja superior de celofán, de la base inferior de cera. Freud utiliza este modelo para ejemplificar su teoría de la percepción y la memoria permanente y no permanente. Este modelo del <Block maravilloso> también nos sirve para ilustrar, en metáfora, la capacidad del analista de percibir claramente y escribir en esa hoja especial del Block, el material producido por el analizando y luego al final de la hora, levantar la hoja de celofán y borrar de nuestra conciencia lo escuchado durante esa hora analítica. Solo cuando el analista está en identificación con el analizando [en simetría] es cuando no se puede borrar lo escuchado. Ese material continuará habitando insistentemente la mente del analista e incluso puede hacer presencia en su vida cotidiana y en sus sueños.

Alivio de la angustia del analista

El peso de soportar diariamente el amor y el odio de transferencia, hora tras hora, en la soledad del acto analítico, se hace más difícil si el analista trabaja en simetría [con identificación]. Cuando caemos por razones personales involuntarias en simetría, la angustia o la tensión psíquica, que va a aparecer en el analista, lo va a empujar a buscar un confidente. Es decir, hablar con un otro, lo que le está ocurriendo con algún analizando. Este desahogo o catarsis va a ofrecer al analista la oportunidad de aliviar su tensión psíquica y su angustia. Generalmente este otro disponible, es una persona cercana: el cónyuge o un amigo. Esta práctica es inaceptable, porque si el que escucha también se identifica con lo escuchado, entonces lo que ocurre es que la angustia pasa de uno a otro, indefinidamente. El que escucha tendrá que hacer algo con esa tensión psíquica y la cadena continúa. Además de que se ha roto el secreto profesional.

En el caso de que el analista desarrolle en su mente la capacidad de <continencia de la angustia> y <continencia del sufrimiento>, entonces, puede buscar con calma un interlocutor calificado. Esto lo encuentra en la figura de un colega supervisor con quien examina en confidencia el material en cuestión. Soy de los que piensan que el analista progresa en su oficio y en sus conocimientos, cuando examina constantemente su trabajo clínico. Esto lo puede hacer en el ámbito confidencial de un <grupo de supervisión> o de un <laboratorio de psicoanálisis>. Todo esto ocurre dentro de un compromiso mutuo profesional de confidencia.

La soledad del terapeuta analítico

El proceso analítico transcurre en la intensa <intimidad secreta transferencial> de la dupla analítica. Es una intensidad asimétrica, en donde el analista recibe y contiene en la modalidad reverie, las proyecciones del analizando (Wilfred Bion, 1967). El analista realiza su acto analítico en la plena soledad de su posición analítica. Sabemos que ocurren cosas extraordinarias durante un proceso analítico. Todas esas cosas, a veces son del orden del <horror> y otras veces del orden de <lo sublime>. Ambas permanecerán olvidadas para siempre en el sistema preconsciente del analista. Esto es así porque la oferta de confidencia permanece vigente aún después de terminado el proceso. El analista se lleva sus secretos profesionales a la tumba. La naturaleza extraordinaria de la experiencia, unida a la necesidad de compartir el hecho extraordinario, a veces empuja al analista, a romper el pacto de silencio. Esto ocurre con más facilidad si el analista tiene, por razones de su historia personal, deficiencias narcisistas importantes, que sabemos no pueden ser modificadas por ningún análisis personal [son carencias irreparables]. A veces estas deficiencias narcisistas del analista, limitan la capacidad del analista de contener su soledad, su angustia y mantener el secreto profesional. En otro orden de ideas, soy de los que piensan que la práctica de este oficio de analista, se realiza con más estabilidad y tranquilidad, si el analista tiene satisfechas sus cuatro necesidades básicas: necesidades de amor, sexo, prestigio y dinero.

La deficiencia narcisista del analista

El análisis personal del analista debería ser tan completo como sea posible. El analista debería revisar los más profundo posible su sistema de ideales [yo-ideal narcisista y el ideal-del-yo Edípico]. Estos ideales son los que organizan y regulan la vida sexual y destructiva del sujeto. Es recomendable lograr explorar los aspectos más reprimidos de la sexualidad y de la destructividad del futuro analista. No hacerlo va a limitar sus capacidades analíticas futuras. No hacerlo dejará intacto y reprimidos importantes elementos de su vida pulsional. El problema está en los inevitables obstáculos al proceso analítico. En ese caso el analizando se resiste a conocer lo reprimido. Pero también sabemos que el analista puede señalar y abrir la oportunidad, según sea el material emergente, para que el analizando futuro analista <se atreva> a conocer lo reprimido de su propia vida sexual y destructiva.

Por esta vía el futuro analista amplia los límites de su acto y se capacita para actuar con cierta efectividad y seguridad. El problema más serio se encuentra en el <lecho de rocas>. Me refiero a las  insuficiencias y dificultades narcisistas del futuro analista, que van a ser poco accesibles al análisis. Estas dificultades narcisistas van a continuar durante la vida profesional y a veces son responsables de la ruptura de la confidencialidad. Esto ocurre cuando por razones del azar, el material producido por el analizando, coloca al analista en simetría y debido a sus dificultades narcisistas personales y no va a disponer de la capacidad de continencia necesaria que le permita recurrir a la figura de un colega, que en confidencia, haga las veces de interlocutor, supervisor y de depositario de lo intolerable. Al no tener, en ese caso, capacidad de continencia, se desahoga en forma irresponsable en pleno acting-out sin saber a plenitud la gravedad de lo que está haciendo.

El síntoma del analista

Durante el proceso analítico van a ocurrir muchas cosas. Es recomendable que el  analista trabaje en asimetría y por lo tanto capaz de sostener la atención flotante y el semblante de la transferencia. Entonces podrá intervenir desde donde no se le espera y aparece el acto analítico puro. El analista intervendrá con intervenciones breves, a veces enigmáticas, que cuestionan al analizando. El propósito es dejar abierto el proceso, no obturar la búsqueda y relanzar al analizando a buscar más por medio de su asociación libre. A lo largo de este proceso terapéutico, puede ocurrir que el analista se identifique y caiga en simetría con su analizando. En ese caso decimos que hace síntoma con el material presentado. Este  material proveniente del analizando y que el analista ha hecho propio, lo va a sufrir según su propio sistema de ideales y desde allí impulsado por el juicio de valor hace una intervención analítica. Es decir interpreta desde su síntoma. Esta intervención desde el síntoma del analista producirá un acto pedagógico, ortopédico o arbitrario. Pero no un acto analítico puro. Es decir pasamos a explicar teorías, a enseñar acerca la vida, a aprobar o prohibir disimuladamente cosas, o hacer un acting-out. Estas son cosas que nos pasan a todos normalmente a lo largo de un proceso analítico y del cual nos rescatamos oportunamente. Pienso que durante el proceso todo analista podrá oscilar entre momentos de asimetría y de simetría. Por lo tanto durante el proceso analítico es natural encontrar <acto analítico puro> y otro tipo de actos como lo son el <acto pedagógico> y el <acto ortopédico>. Insisto en que todos estos actos son aceptables y ocurren normalmente durante la conducción del proceso analítico (Lander, R. 1996). Cada vez que estamos en simetría, el analista está en peligro de sufrir exagerados monto de angustia que lo puede empujar a romper la oferta de confidencialidad. En estos momentos es cuando el analista busca un colega para conversar y supervisar en confidencia el caso en cuestión o llevarlo a un grupo de supervisión o a un laboratorio de psicoanálisis.

La escucha del analista

La escucha del analista es algo fundamental en el ejercicio de la psicoterapia psicoanalítica. Es quizás el instrumento de trabajo más importante. Pero no se trata de cualquier escucha. Es una escucha especial en donde el terapeuta está entrenado para no hacer ningún juicio de valor, cosa que le va a permitir escuchar sin tener prejuicios. Va a escuchar para tratar de entender.

Es el análisis personal del terapeuta lo que le va a permitir revisar sus propios ideales y revisar sus propios prejuicios. Es este análisis personal lo que permite que el analizando pase de estar acostado en el diván, a estar sentado en la silla del analista. El terapeuta en el proceso de ejercer la psicoterapia psicoanalítica va a ocupar fundamentalmente <dos sitios>. El primer sitio es llamado <lugar del analista> y refiere precisamente al lugar de la escucha. El segundo sitio es llamado <posición del analista> y refiere al momento en que el analista decide hablar algo, consiste en la aparición de la palabra del analista. Ambos sitios tienen sus particularidades y características muy definidas.

El <lugar de la escucha> es un lugar difícil ya que toda sesión va a transcurrir bajo los efectos de la transferencia. Esto quiere decir que el terapeuta es inevitablemente depositario de ciertas proyecciones transferenciales del paciente. Es decir el terapeuta es sin poder evitarlo un semblante de algo[2] del paciente. Esto lo hace depositario de las pasiones de la temprana infancia del paciente. Pasiones que pueden ser de amor o de odio. El trabajo de la terapia exige al terapeuta que contenga[3] todas estas proyecciones del paciente sin identificarse con ellas. Es decir que mantenga su capacidad de alteridad, adquirida en su propio análisis. Esto quiere decir capacidad de asimetría en donde sujeto y el objeto están discriminados uno del otro. Es donde aparece el necesario <Yo soy Yo>, y <Tú eres Tú>. Si se pierde la alteridad entonces aparece la simetría con el paciente: <Yo soy Tú> y en ese momento el proceso de descubrimiento del otro se detiene.  Por eso es completamente absurdo e inaceptable la recomendación que he escuchado muchas veces de ponerse en los zapatos del paciente. Si se hace eso: ocurre la identificación del <uno con  el otro>. Es decir aparece el <Yo soy Tú> y se detiene el proceso analítico de búsqueda y descubrimiento. Por esta vía de ponerse en los zapatos del otro aparecen otras cosas: sugestión, consejos, adoctrinamiento y orientación.

Como vemos eso de escuchar no es nada fácil. El que escucha va oír cosas terribles, que a veces caen en la categoría del horror. Una vez que ya ha oído, lo escuchado se convierte en un significante en la mente del terapeuta. Aun cuando se discrimine con éxito del otro, el significante escuchado, puede hacer efecto de trauma en el analista. Si esto es así, lo escuchado obliga al terapeuta a una revisión de su propia vida, de sus recuerdos de infancia, de su sistema de ideales, que solo se hacen en el dialogo con su propio analista. Por eso los pacientes ayudan al progreso mental del analista, tanto como a la inversa. Está claro que cuando dos personas están en un cuarto hablando, el que está peor, se mejora.

La no-identificación

El terapeuta debe desarrollar la habilidad de escuchar, sin identificarse con lo escuchado y luego poder olvidar, para luego en la próxima sesión, poder recordar lo dicho por el analizando. El terapeuta adquiere durante su análisis personal la capacidad de discriminación entre el sujeto/objeto. Freud utilizó como una metáfora del Bloc Maravilloso que ya describí algunas líneas atrás. Es una metáfora para ilustrar los tipos de memoria. Ilustraría un tipo de memoria que podía recordarse y otra no. Pero este juguete luego se utilizaría parta ilustrar la capacidad del analista de olvidar a voluntad todo lo hablado en una sesión de análisis, tan pronto el paciente sale de sesión. Tal como si se levantara el celofán de la pizarra mágica. Lo interesante es que al día siguiente, al entrar el paciente en sesión, el analista puede volver a recordar lo hablado con anterioridad. Esa habilidad de olvidar y luego recordar se adquiere con la capacidad de discriminación del sujeto y el objeto que el analista desarrolla durante su análisis personal. Ciertamente esta habilidad ayuda mucho a la práctica de la psicoterapia psicoanalítica, ya que cada paciente encuentra a su terapeuta limpio de pensamientos y sentimientos provenientes de la sesión anterior.

Ética y neutralidad del analista

Sabemos que la ética del lugar del analista, refiere a la ética de sostener la transferencia. Esto quiere decir que el analista sabe que es semblante para el analizando. Sabe de la magnitud de proyecciones que caen sobre él. Su tarea y su ética están en sostener está pequeña-(a), es decir sostener la transferencia sin identificarse y sin hacer simetría. De esta forma el analista sostiene el semblante y además el ideal de su paciente: que lo admira, lo teme o lo odia.

Freud se refería a esta capacidad como la neutralidad del analista. El analista escucha a su analizando: sin identificarse y sin hacer simetría con él. De hacerlo el analista cae en simetría y en estado de infatuación. Pierde su lugar analítico y se encuentra fuera de ética. Como ya dije anteriormente en ese momento el proceso de análisis se ha detenido. Esto puede pasarnos a todos, pero es necesario rescatarnos de ello. Para eso se requiere de un interlocutor calificado, de un 0tro, de un alter, que actúe como supervisor en confidencia. Esto va a permitir que el terapeuta al hablar de su acontecimiento interno pueda rescatar su alteridad. Es bueno aclarar que esta ética del lugar del analista, incluye la ética de la <oferta de confidencia> y de <escucha sin juicio de valor>. Esto último define a la neutralidad del analista.

Existen dos aspectos adicionales a este tema de la <relación de alteridad> entre el terapeuta analítico y su paciente. Me refiero a la teoría del baluarte y a la teoría de los acuerdos en psicoanálisis.

(1) La <teoría del Baluarte> fue introducido en la técnica psicoanalítica por Billy y su esposa Madeleine Baranger en el año 1959 en la Sociedad psicoanalítica del Uruguay. En esencia los Baranger [analistas laicos] dicen lo siguiente: Para el analizante el baluarte representa un refugio inconsciente de poderosas fantasías de omnipotencia. Este baluarte es enormemente diverso entre una persona y otra, pero nunca deja de existir. Es lo que el analizante <no quiere poner en juego> porque el riesgo de perder su omnipotencia lo pondría en un estado de extrema vulnerabilidad e indefensión. En ciertas personas el baluarte puede ser su superioridad intelectual o moral, su relación con un objeto de amor idealizado, su ideología personal, sus fantasías de aristocracia social, sus bienes materiales: bien habidos o mal habidos, la naturaleza de su profesión, etc. La conducta más frecuente de los analizantes en defensa de <su baluarte> consiste en evitar mencionar su existencia. El analizante puede ser muy sincero en cuanto a una multitud de problemas y aspectos de su vida, pero se vuelve esquivo, disimulado y aún mentiroso cuando el analista se aproxima <al baluarte>. El éxito del análisis depende de en qué medida el paciente haya aceptado analizarlo, es decir perderlo y perder con el baluarte sus fantasías básicas de omnipotencia. Pero el baluarte dentro del campo psicoanalítico se produce y se mantiene por <una complicidad> que engloba tanto la resistencia del analizante como la contra-resistencia del analista, comunicadas inconscientemente entre sí y operando juntas. Analista y analizante siguen dando vueltas alrededor de la noria o del baluarte que han constituido juntos, sin quererlo. En este fenómeno ocurre la pérdida de la alteridad del analista. El baluarte en el campo psicoanalítico es una formación artificial. Un subproducto de la técnica analítica. Se manifiesta como obstáculo al proceso analítico porque sustrae del análisis un sector más o menos amplio del mundo interno del analizante. Es una estructura cristalizada o una modalidad de relación inamovible entre ambas partes participantes. Proviene de la colusión entre ciertos aspectos inconscientes del analizante y aspectos correspondientes del inconsciente del analista.

(2) La <Teoría de los acuerdos> en Psicoanalisis: En 1973 Luis Yamin analista médico de Bogotá, introduce su concepto de <los acuerdos> en Psicoanálisis.[4] Allí dice que el concepto del acuerdo consiste en una particular alianza inconsciente que establecen el analizando y su analista. Está claro que aquí está presente la perdida de la alteridad por parte del analista. Estos acuerdos les permiten a ambos inmovilizar con fines defensivos el proceso analítico en forma transitoria. Es un mecanismo inconsciente presente en ambos miembros de la dupla analítica. Lo importante es que esto ocurre cuando el analista pierde su asimetría [pierde la alteridad] al aceptar una proyección que el analizando ofrece, en vez de interpretarle o de quedarse en silencio. El analista que ha caído en aceptar una proyección puede rescatarse tan pronto se da cuenta de lo que ha ocurrido.

El problema técnico consiste en lo siguiente: los acuerdos bloquean y hace imposible la toma de consciencia. Es decir, la aparición del insight con su consecuente integración de las partes proyectadas. Yamin insiste en que los acuerdos presentes en la situación analítica se presentan como una defensa natural contra el insight, al punto que se le puede considerar como un serio obstáculo a los objetivos esclarecedores del analista y su analizando. Este problema hace decir a Yamin que los acuerdos hacen un trabajo contrario al del insight. Los acuerdos y el insight son pues: opuestos naturales.

Pienso que es oportuno presentarles una viñeta clínica. Utilizaré un resumen de la viñeta que presentó el mismo Luis Yamin en un trabajo suyo de 1989.[5] Allí dice: Una paciente inicia su sesión en el diván diciendo ¿por qué se demoró Ud. tanto en recibirme? El analista le contesta: <estaba con otra>. El analista pensó a posteriori que había cometido un error al contestar eso y se sintió culpable. Realmente se había demorado por razones de una llamada telefónica importante, pero no quiso explicar nada a la paciente. Sigue un silencio. Luego la paciente dice: <Pues yo no vi salir a nadie, seguramente Ud. estaba con su esposa>. El analista guarda silencio y mantiene el pensamiento de auto reproche y sentimientos de culpa. La paciente dice: <No sé cómo los hombres se aguantan esta manera mía de ser tan controladora, tan metida, tan fastidiosa, tan acaparadora> y allí pasa a guardar silencio. El analista se da cuenta, que al oír esto, él ha sentido un gran alivio.

Veamos lo ocurrido hasta aquí. Primero, la paciente se relaciona con el analista de forma natural proyectando en el enunciado, discurso explicito] un reclamo. Proyecta su agresión y su rechazo al decir ¿por qué se retrasó usted? Si el analista interpreta este contenido, pues bien el análisis sigue adelante. Para que el analista pueda ver este contenido y luego interpretarlo, el analista tiene que estar ocupando un <lugar de asimetría> con su paciente <yo soy yo>, <tú eres tú>. En ese caso no hay problema. Pero si el analista pasa a explicar a la paciente el motivo de su retraso, entonces eso significa que el analista aceptó la proyección de la paciente y así el analista ha perdido su asimetría. En ese momento ha ocurrido <un acuerdo> inconsciente entre las partes. Ha ocurrido un pacto involuntario, automático, inconsciente en la dupla analítica. Si el analista a posteriori se da cuenta de lo ocurrido, se puede rescatar de este acuerdo involuntario. La respuesta del Yamin en esta viñeta al decirle: <estaba con otra> no lo coloca en simetría, ya que no acepta la proyección. Por eso la paciente toma consciencia de lo proyectado y se queja de sí misma, al decir <no sé cómo me soportan>. Es decir toma consciencia de un aspecto de ella, rechazado por ella misma. Eso es progreso, eso es integrar lo rechazado.

Sin embargo este asunto no es tan simple. La respuesta de Yamin <estaba con otra> puede ser vista como una respuesta ambigua. Por lo siguiente: por un lado le explica sobre su demora y por otro lado la desafía a ubicarse en su lugar de la dama excluida en el drama Edípico. Ella luego lo ratifica y dice: <Ud. estaba con su esposa>.

Yamin nos confirma estas ideas al final de su trabajo, cuando dice: ¿Qué hubiera pasado si respondo y hablo sobre mi retardo? Yamin afirma que esto hubiera tranquilizado a la paciente y al analista. Al hacer esto le habría confirmado que el analista acepta y responde a sus demandas infantiles de dominación y acaparamiento. Lo cual implica la presencia de un acuerdo de una especie de pacto inconsciente, involuntario entre ambos. Está claro que para que el proceso analítico continúe se necesita que el analista sea capaz de mantener su <lugar analítico>. Es decir mantenerse en alteridad o llamada también en asimetría, en donde el <Yo> no soy <tú> impera. Todos nosotros perdemos momentáneamente la alteridad en nuestro trabajo diario, pero lo importante es darse cuenta y rescatarse, de ese lugar de simetría que no nos corresponde.

Referencias a pie de página:

[1] Refiere al Block maravilloso de Freud, corresponde con la <pizarra mágica> de hoy en día.

[2] La <teoría del semblante> fue introducida al psicoanálisis por Jacques Lacan. Refiere a lo que el paciente <ve> [proyecta] en el analista. Lacan utiliza una metáfora de cacería: Es usual que los cazadores de patos, coloquen un ‘pato de madera’ flotando en el lago, para engañar y atraer los patos migratorios e invitarlos a que bajen a comer y descansar. Ese ‘pato de madera’ en un ‘señuelo’ o llamado ‘semblante’. El paciente cree ver con certeza, lo que el mismo proyecta en el analista, convirtiéndolo en su ‘semblante’ o señuelo.

[3] El contener lo escuchado, lo proyectado por el paciente en asimetría, en alteridad, refiere a lo que se ha llamado ‘holding’ o ‘continencia’. Contener lo escuchado sin angustiarse, sin hacer síntoma, sin hacer un acting-out o sin presentar problemas con el  dormir, no es tarea fácil para el terapeuta. Requiere un entrenamiento especial que adquiere en su análisis personal. Adquiere la capacidad de ‘discriminación’ que le permite dos cosas: una ser capaz de ofrecer la valiosa función reverie y segundo usar el block maravilloso sugerido por Sigmund Freud.

[4] Yamin, L. (1973): Los acuerdos en Psicoanalisis. Rev. Soc. Col. De Psicoanalisis. Vol. 1 1978

[5] Luis Yamin (1989): El acuerdo: una defensa contra el insight. Revista Soc. Col. De Psicoanalisis. Vol. 14: 123-134, 1989.